domingo, 11 de enero de 2015

CUARENTA Y TRES

Escribir: "Encontrar la voz: tu voz. Olvidar las palabras, la memoria. Olvidar el olvido. Hacer surgir tu propia palabra. un nuevo lenguaje para expresar lo inconcebible. Volver al no saber para intentar expresar lo descubierto a cada instante. Agnosco, ergo scrivo. Un acto de contención de tu memoria. Olvidar aquella víspera. Olvidar todo aquello para poder comprender y explicar lo inexplicable".

CUARENTA Y DOS

Adán y nada: palíndromo sencillo y perfecto. La semilla y la desaparición. El principio esencial, anterior a la cultura y a los remordimientos. ¿Cómo sacudirse el polvo del tiempo? ¿Cómo ubicarse en un lugar anterior a las palabras?

CUARENTA Y UNO

La luz sortea la certeza de mis manos y va a posarse como un pájaro callado sobre tu cuerpo. La luz contiene, delimita y subraya la sombra, que yo muevo con mis manos, unidas por hilos invisibles a esa marioneta que tiembla y trepa por tu espalda. Sobre la luz glacial de este recuerdo flota, junto a la sombra, el ubicuo desorden de tu sonrisa.

CUARENTA

Desde el epicentro de la nada traté de hacer perceptible el silencio; del silencio, conseguir la voz. La voz fugaz se hizo eco, y el eco nuevamente silencio, atraído por el centro gravitatorio de la nada. Todo intento a la ascensión es una lenta caída hacia el abismo

miércoles, 16 de octubre de 2013

TREINTA Y NUEVE

Absorción de las formas por el vacío y del vacío por las formas. Zen de la palabra. ¿Cómo desatar los nudos que unen el lenguaje y el sentido? Si las formas nos dirigen hacia un sentido vacío, partamos del vacío hacia nuevas formas o creemos unas nuevas formas para llegar a un sentido distinto. Metafísica de los vasos comunicantes. ¿Se buscan las palabras  como las notas que se quieren? ¿Existen los discursos pentagrama? ¿Algo esculpido ya en la piedra virgen? ¿Por qué la lógica ha de ser lineal? Eva, Eva, ¿por cuánto tiempo puedo apartarte de mí? ¿Doce horas? ¿El tiempo de escribir un soliloquio? Sé que en algún punto me esperas ¿Cuatro días más tarde de haber caminado cuatro kilómetros detrás de una nota de Shostakovic? ¿Coincidiendo con alguna alineación astral mientras digo avohé, avohé? Sé que resolveré este problema. Que una vez resuelto, todo cobrará sentido y las formas mutarán o trabsnutarán o morirán o se reencarnarán. A veces toco la flauta  (oh, animal, tan blando por fuera que se diría todo de algodón), que no sé tocar, y creo oír una nota, clara, limpia, diferente, y creo que ese puede ser el primer paso, y un el recuerdo de un olvido tal vez sea el segundo, y quizás el sentido de un tacto, resurgido, sea el tercer paso de un nuevo alfabeto, o tal vez haya que descartarlo y descubrir un nuevo alfabeto que sea la conjunción de todas las alfas y las betas en perfecta sincronía/sinfonía esa nota simple y el sentido del tacto y el rumor de las palabras que van uniéndose en un río que todo lo unifica y arrastra y que me lleva hacia mí y hacia a ti o que nos lleva con él juntos y muy posiblemente no seamos los únicos que el río lleve y el río sea el tiempo que está lleno de cosas pero no de segundos sino de pequeños pero numerosos llamémoslos como se quiera entrelazados fuera de las formas y los contenidos que han sido absorvidos por esa nada zen que se deshace y se hace y nos conforma y todo a veces parece tan simple como el lenguaje tuércele el cuello al cisne errático y arrogante de engañoso plumaje, incómodo, inútil puto cisne al que hay que romper el cuello.

jueves, 5 de septiembre de 2013

TREINTA Y OCHO



Seguramente habré utilizado todas las letras del nombre de la persona que quiero más de una vez. Escribir es una forma secreta de amarla.

TREINTA Y SIETE


-- No me imagino la vida sin ti
-- Eva -- dijo Mario seriamente--, no me cantes un bolero, que ya sabes que no me gustan. Dice Ricardo Reis que aborrece toda clase de imprecisión porque es una de las formas de la mentira. No digas cosas que no puedas sostener.

Eva, que ya se había incorporado de la cama, se giró hacia Mario mostrando una mueca nada difícil de descifrar.

Mira, Mario --respondió Eva aún más seria -- no hace falta ser psiquiatra, y que quede bien claro que no trato de analizarte, para darse cuenta de que lo que acabas de decir merece una explicación patológica. Yo ya sé que podría vivir sin ti aunque seguramente, de manera que a menudo no logro entender , sería bastante más infeliz. Creo sinceramente que deberías hacértelo mirar o al menos pasarte un poco a limpio los pensamientos porque la verdad es que a veces me incomodan bastante esos miedos que tienes. Sin duda debes de tener un trauma por ahí que yo desconozco y, hola, todos hemos sufrido alguna vez. Pero tú impones esos muros impenetrables hechos de lógica matemática y de pseudointelectualidad de pacotilla que hacen que la comunicación contigo sea un poco frustrante. Si sigues así cada día me costará más decir lo que siento, que será verdad o no pero yo lo siento así de veras. Y si me cuesta decírtelo, cada día te lo diré menos. Y puede ser que un día ya no lo diga más y ese día lo que te diré es que te puedes meter a tu cantante de boleros y a tu Ricardo Reis por salva sea la parte, dicho todo esto con mucho cariño. Y ahora me voy a dar un baño y te agradecería que no me molestaras. Discúlpame por quererte pero es así, ¡qué le voy a hacer! Y, por favor, date una tregua. Y dámela a mí también, que buena falta me hace.